Me despierto con los primeros rayos del sol brillando sobre mi cara, te busco con mis manos, aún con los ojos cerrados, en la gran cama donde unas horas antes habíamos estado haciendo el amor como locos. Las sabanas están revueltas, los cojines por los suelos y tú no estás. Me levanto, el olor a café me lleva hacia la cocina, voy desnuda, como casi siempre, ambos andamos desnudos por la pequeña casa que alquilamos en la isla para pasar unos días solos y apartados del mundo. Con la taza humeante en mis manos me acerco al ventanal que da a la playa, el viento mueve los visillos que rozan mi piel erizándome el vello y transportando mi mente a la noche que acababa de terminar en la que eran tus manos sedientas y tu boca húmeda las que hacían que las terminaciones nerviosas de mi piel despertaran de su letargo.
Allí en la orilla, sentado entre las rocas estas tú, oteando el horizonte, perdido en tus pensamientos, mientras con la caña de pescar en tus manos, intentas conseguir la cena para esa noche. Yo te miro y te admiro sentada en el poyete de la ventana mientras tú ajeno a mi vigilancia me llenas de paz. Deseo ir a tu encuentro y así desnuda todavía, abrazarte por la espalda y besarte en el cuello y desnudarte para bañarnos en las aguas frías del océano y despojarnos del sudor de una noche de placer que aún impregnaba nuestra piel........pero no voy por que se que este es tu momento de soledad y se que cuando vuelvas a casa volverás a hacerme el amor de nuevo.
Y te espero ya con el resto del café frio, los visillos rozando mi cara, mis pezones y mis muslos y mis dedos perdiéndose entre mis piernas para calmar el ardor que recorre mi cuerpo, mientras te miro ajeno a mi tormentoso despertar.