sábado, 28 de abril de 2018

LUZ DE NEÓN

Aquella oscura noche me encontraba solo en la esquina de aquel club de intercambios, era uno de esos apartados locales en los suburbios mas infrecuentados de la sociedad, donde normalmente solía acudir cuando no me sentía demasiado bien. Mi copa era mi única compañía en aquella oscura y ruidosa barra. No buscaba nada en concreto, solo lamentar mi soledad y ahogarla en alcohol. Me sentía un Bucowski mas fracasado aún de lo habitual.
La chica de la barra, en ocasiones salpicaba mi estancia con alguna corta frase, como insinuando atención, pero no era una buena noche, al menos para mi. Las parejas entraban unas tras otras, la mayoría cabizbajas, como queriendo disimular su entrada y queriendo pasar lo mas desapercibidas posible, al menos hasta que rompieran un poco el hielo del local. Unas se acercaban a la barra a pedir bebidas y otras carcajeaban con risas llamativas, reclamando atención. Entonces entrasteis vosotros. Yo ni siquiera me di cuenta. Seguía con la cabeza baja sumergido en mi copa. Os sentasteis tu marido y tu justo enfrente, en un pequeño sofá junto a la barra. Levanté la cabeza y te vi, estabas preciosa, exuberante, sensual. Me gustaban tus medias enrejadas, tu tacón alto, tu blusa insinuante, tu pequeña falda mostrando un poco de tus piernas, tu sonrisa descarada..... Me mirabais los dos entre susurros y yo os correspondí con un pequeño gesto con mi cabeza levantando suavemente mi copa. Seguí bebiendo y vi como empezabais a calentar la noche con arrumacos, besos en el cuello y algunos tocamientos obscenos. Comprendí que os gustaba ser observados y sonreí. Tu no dejabas de mirarme, incluso cuando el metía sus manos entre tus muslos, tu volvías la cabeza hacia mi sonriendo. Dios... cuanto morbo desprendías. Tras un pequeño cuchicheo en su oído y un pequeño manoseo  sobre su pantalón, en el cual dejo mostrar que estaba excitado, te acercaste a mi, cogiste mi copa y te zampaste un buen sorbo de mi gin tonic. Bebiste con tal gusto que se escaparon algunas gotas por la comisura de tus labios, lamiéndolos con tu lengua muy cerca de mi. Me cogiste por la nuca y me besaste. Degusté tu lengua en lo mas profundo de mi boca, mientras con los ojos abiertos miraba como tu marido nos observaba excitado  tocándose la verga. Me excité de tal forma, que te atraje mas todavía, haciendo que tus duros pezones rozaran contra mi. Bajaste mi cremallera y sacaste mi polla, mientras yo bajaba mi mano por tu espalda buscando las curvas de tu culo, encontrando aquel pequeño tanga que apenas cubría nada. No tuve mas remedio que levantar mi cabeza cuando noté que engullías mi polla en tu boca. Salivabas toda aquella carne con tu lengua y yo te manoseaba toda. Me gustaba ver como caían tus tetas a golpe de embestidas cada vez que tragabas mi sexo. Tu marido seguía mirándonos excitado. Era como si le gustase ver como su mujer estaba siendo usada. Tras unos minutos de excitación y sin querer dejar de chuparme, levantaste la cabeza y volviste a lamer mis labios. Sabían a sexo, sabían a mi y a ti y metiéndote la mano por detrás, te aupé sobre mi, apartando aquella diminuta porción de tela que te cubría tu sexo y mojados como estábamos, tu sexo engulló mi polla hasta que tu coño tocó con mis huevos. Fue excitante, morboso, espectacular ver como la chica de la barra nos observaba follar y tu marido se mantenía firme en su rol de buen cornudo. Tu gemías a cada embestida. Fueron varias las veces que noté como tus fluidos caían por entre tus piernas lubricando mas aquel túnel del placer y sexo. Me puse de pié y dándote la vuelta hice que apoyases los brazos en la barra y mostrándole tu culo a nuestro observador, te abrí un poco con la mano y penetré mi verga hasta lo mas profundo de ti, hurgando tus entrañas sin prisas y procurando disfrutar de ti, todo lo que tu lo hacías de mi. Tu mirabas a tu cornudo mientras  acelerábamos las folladas, sin dejar de mirarle, tragando sexo, sintiéndote usada, sintiéndote una cualquiera, sintiéndote mía. Gemías  cada vez mas y mi polla cada vez mas dura, buscaba tus entrañas con mas rapidez, hasta que una descarga  de leche inundó tus gemidos de gusto cuando te corrías. Mantuvimos mi verga dentro unos minutos, gozando aquel climax y besando tu nuca. Estábamos empapados en sexo. Recuerdo que mi semen caía por entre tus piernas sin ni siquiera molestarte en limpiarlo. Te gustaba sentirlo caliente y te producía sensaciones liberadas. Poco a poco sacaste mi verga de ti, me sonreíste y me besaste de nuevo, acariciando mi cara con tu mano y dedicándome una bonita sonrisa de despedida. Te dirigiste hacia tu chico, juntos me dedicasteis una sonrisa y juntos os perdisteis por las oscuridades del aquel oscuro lugar repleto de rojas luces de neón. Mientras os alejabais, comprendí que quien se había sentido usado, era yo...


Un beso