Nunca me marcharé para siempre, siempre volvemos al lugar donde nos sentimos libres, y donde añoramos sentimientos que no fueron compartidos, echamos en falta momentos vividos imposibles de recuperar y lunas a medias compartidas contigo. Entre callejones oscuros, cuerpos cubiertos de sudor, disimulados con perfumes vencidos en la noche y ese aire que nos secaba el sudor de lujuria, mientras fumabamos aquella bocanada de humo del adios.